Compariendo el libro album
Una de las más recientes tendencias del libro infantil y juvenil es el libro
álbum. La lectura de un libro álbum formará a futuros adultos con espíritu crítico. Las guías de lectura permitirán al docente y al bibliotecario fijarse más en el
libro álbum, valorarlo especialmente y sacarle el máximo provecho pedagógico en
la sala de clases o en la biblioteca. Son artículos especializados en torno al libro álbum.
1. La función de la imagen en el álbum.
Cecilia Silva-Díaz
2. Herramientas de la ilustración para construir significados.
Alex Pelayo
3. ¿Cómo seleccionar un libro álbum?.
Roberto Campos
4. El Ministerio de Educación, las bibliotecas CRA y la lectura del
libro álbum.
Constanza Mekis
5. Fábulas de un hecho verídico: “Las soñadoras de la colina”
Dos testimonios: Soledad Sebastián y Víctor Carvajal.
6. Los libros álbum: sugerencias metodológicas.
“Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”. Jorge Luis Borges.
martes, 25 de octubre de 2011
La carta de la señora González Escritura experimental en un libro álbum
por Marcela Carranza
Por su característica intrínseca, la presencia de dos códigos simultáneos, imagen y texto, el libro álbum llama considerablemente nuestra atención de mediadores de la literatura para niños. Resulta inevitable verse atraído por estos objetos de cuidada manufactura, tanto en las ilustraciones, como en el diseño gráfico, la edición... En ocasiones estamos frente a verdaderos objetos de arte y percibimos que su valor va más allá de la que parece ser su función principal: libros para primeros lectores.
Los textos, simples, deben adecuarse a la competencia lectora de los pequeños, pero es aquí donde el término "lectura" resulta limitado si sólo consideramos al texto verbal. Los niños resultan excelentes lectores de imágenes, y es a través de la imagen que estos textos se abren hacia significados más complejos. De este modo un problema, la dificultad de leer narraciones escritas, se transforma en un recurso hábilmente explotado por los autores: el diálogo del texto y la imagen.
Teóricos de la literatura infantil como Teresa Colomer y David Lewis (1), coinciden al afirmar que el libro álbum es campo de experimentación con las reglas literarias y estéticas; según Lewis, equiparable, dentro del sistema de los libros infantiles, a la escritura de vanguardia contemporánea para adultos. Este autor propone el acercamiento entre el libro-álbum y la ficción "experimental" para adultos, como procedimiento de lectura del género. En este paralelismo reconoce elementos metaficcionales, es decir aquellos que ponen en evidencia la naturaleza misma de la ficción.
Dicho de otro modo, los libros-álbum transgreden aquellas reglas implícitas de la ficción realista que permiten la ilusión de "realidad" de los mundos creados por el texto y la invisibilidad de sus técnicas de construcción.
A continuación, la lectura de un álbum: La carta de la señora González (2), de Sergio Lairla y Ana González Lartitegui, nos permitirá ejemplificar esta ruptura.
El qué y el cómo de la narración: "hay que poner mucho cuidado en los detalles..."
"’Hay que poner mucho cuidado en los detalles’... se decía mientras pasaba la lengua por la goma del sobre" la señora González.
Veamos qué cuenta la historia: una mujer escribe una carta, aparentemente de amor. El relato se inicia dentro del verosímil realista tanto en el texto como en la ilustración. No damos importancia a los detalles y continuamos la lectura.
La mujer sale de su casa y envía la carta. En la situación numerada como "3", el cartero dispuesto a recoger las cartas elige la de la señora González por su perfume a cerezas. El perfume, lo moviliza a modificar su rutina y a entregar primero este sobre. Tan contento está el cartero que no atina a frenar y cae en una zanja "tan profunda y oscura como el bostezo de un enorme pez".
En la siguiente escena nos encontramos con el pez y si regresamos a la página anterior descubrimos lo que habíamos pasado por alto, el paisaje con forma de península en la ilustración anticipaba el cuerpo de este enorme pez que traga al cartero en la escena siguiente.
La ilustración anticipa y amplifica la información de las palabras, éstas no nombran a los objetos fuera de contexto entremezclados en el paisaje que nos remiten a un mundo onírico-surreal: un salero, árboles que parecen manos, una cuchara, piedras con forma de muelas...
También el pez caerá en un abismo que traga "las aguas del río como la garganta de un gigante". Y en la situación siguiente nos encontramos con el gigante que bebe agua de su jarra por donde se desliza el pez. El gigante caerá a un pozo como el ombligo de una bestia peluda y la bestia peluda caerá "rodando en la trampa excavada en la tierra como una oreja en la cabeza de un viejo león".
La imagen como bisagra
Convencionalmente las historias agrupan una serie de acontecimientos, que organizados en una relación de causa y efecto permiten el avance de la narración. La narración suele llevarnos hacia delante, mientras que las imágenes, en forma de ilustración o descripción verbal, nos hacen detener en una pausa.
En La carta de la señora González lo primero que percibimos es la fragmentariedad del relato ya sea a través de las ilustraciones que "interrumpen" el texto, en el "blanco" de cada página par, y en el número con que se inicia cada fragmento, como en el contenido, donde cada personaje realiza acciones que finalizan en una caída.
Queda preguntarnos: qué une a estos fragmentos y permite la continuidad. La respuesta nos sorprende, se trata de un recurso "poco narrativo": la imagen.
La imagen, que convencionalmente detiene el avance de la narración, en este libro actúa como su motor, su impulso.
La comparación, que nos dice que una zanja es como la boca de un pez, y que un volcán es como una pipa, se literaliza en la situación siguiente y el relato avanza. La imagen retórica se corporiza en la ilustración y en los acontecimientos narrados, abandona el significado primitivo y el objeto asume una nueva identidad. De este modo acontecimientos inverosímiles, se hacen posibles siguiendo la lógica que le permite la metáfora. Un cartero puede caer en la boca de un pez, si la boca del pez es también una zanja.
La metamorfosis, creada a partir de la imagen en el lenguaje y la ilustración, transgrede las leyes lógicas de identidad y permite el paso de un plano "real" a un plano onírico-surreal y viceversa, desdibujando las fronteras entre ambos planos.
El deseo, la caída en el cuerpo del otro
El cartero con la carta pasa a formar parte del cuerpo del pez, que a su vez es devorado por el gigante, que cae en el ombligo de la bestia peluda... Cada caída origina desplazamientos espaciales en los personajes, los desplazamientos son descriptos como modificación de su rutina, y este cambio en las acciones habituales de los personajes actúa como causa o explicación de su futura caída. Así por ejemplo, en el fondo del río no había ningún peligro para el pez, nada hubiera ocurrido (y por lo tanto no habría cuento) si no hubiera tragado al cartero durante su bostezo.
"Podría haber permanecido en el fondo, como hacía siempre, esperando que algún insensato llegara a sus dominios y se colocara al alcance de uno de sus rápidos movimientos; pero aquella sensación, como si algo hubiera entrado en su boca, despertó su apetito y se puso a buscar algún bocado."
Recordemos que la primer caída (sobrenatural) se produjo a partir del cambio de itinerario del cartero, éste se debió al aroma de cerezas de la carta, un aroma que dispone al gozo y a la imaginación. También la pipa del señor Lairla huele a cerezas, y es con ese recuerdo que la señora González "fue cayendo en un sueño tan cerrado como el saco donde llevaba las cartas el cartero".
Vemos entonces que los personajes caen literalmente en el cuerpo del otro, y que el primer impulso de esta serie de caídas está motivado por el olor de cerezas, aroma que podemos leer como metonimia del deseo, o en otros términos de los sentimientos que movilizaron a la señora González a escribir su carta.
La estructura del cuento posee el formato de la retahíla (3), y los seres enumerados se devoran unos a otros transgrediendo los límites que los separan.
La búsqueda de significados: ambigüedad e indeterminación
En las ilustraciones, como señalamos antes, aparecen objetos fuera de contexto no indicados por la narración: un pez gigante en un bosque, un reloj en el río, un cesto de papeles en la pradera...
... la presencia de estos objetos nos desconcierta e impulsa a buscar su significado. Hallamos estos mismos elementos en la casa del señor Lairla y en la de la señora González, al comienzo y al final del cuento. El relato onírico-surreal está plagado de objetos que pertenecen a las escenas "realistas". También descubrimos que la señora González enviando la carta está representada en la estampilla del sobre, y que el autor del texto y la ilustradora del libro se llaman como los protagonistas de la historia. De este modo restos del plano "real" aparecen en el onírico, restos del mundo no ficcional (los nombres del escritor y la ilustradora) aparecen en la ficción. Si seguimos prestando atención a los detalles observamos que los números que inician cada fragmento textual llegan al siete y luego decrecen al cero, lo que contradice la idea de linealidad en el avance narrativo.
El señor Lairla va a escribir a su vez una carta a la señora González, la lectura lo ha movilizado haciéndole sentir las mismas metáforas que fueron materia del cuento. Todo nos hace pensar que el "viaje" volverá a iniciarse.
Los detalles empujan al lector al juego y la búsqueda de claves de sentido. Pero el texto mantendrá los silencios y vacíos inagotables propios del sueño y la poesía. La imagen poética y pictórica vulneran las leyes habituales de la narración y de la lógica. Aparece al descubierto la imagen como elemento de exploración que lleva al límite los códigos literarios y de representación.
Como otros textos de su género, La carta de la señora González va mucho más allá de una lectura adecuada para los niños pequeños. Se permite explorar límites estéticos al aprovechar los recursos que le brinda el diálogo de dos códigos simultáneos, el verbal y pictórico, reuniéndolos a partir del elemento común: la imagen.
Notas
(1) Artículos "El álbum y el texto", por Teresa Colomer y "La constructividad del texto: El libro-álbum y la metaficción", por David Lewis. En El libro-álbum: invención y evolución de un género para niños (Caracas, Banco del Libro, 1999. Colección Parapara-Clave).
(2) La carta de la señora González. Texto de Sergio Lairla e ilustraciones de Ana González Lartitegui. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. Colección Los especiales de A la orilla del viento.
(3) La retahíla, forma lírica popular, se caracteriza por la disposición en serie (por acumulación o encadenamiento) de elementos. La estructura de la retahíla se hace explícita en la ilustración de la contratapa del libro.
Imaginaria agradece a Andrea Fuentes Silva, del Fondo de Cultura Económica, las facilidades proporcionadas para la reproducción de las ilustraciones del libro La carta de la señora González que acompañan a este artículo.
Marcela Carranza es maestra y Licenciada en Letras Modernas de la Universidad Nacional de Córdoba (Argentina). Como miembro de CEDILIJ (Centro de Difusión e Investigación de Literatura Infantil y Juvenil) participó en el programa de bibliotecas ambulantes "Bibliotecas a los Cuatro Vientos" y en el equipo Interdisciplinario de Evaluación y Selección de Libros. Forma parte del grupo de estudio La Nuez, en el área de la literatura infantil y juvenil.
miércoles, 19 de octubre de 2011
Destinos inesperados: libros para niños adoptados por los lectores adultos
N° 10 | LECTURAS | 20 de octubre de 1999
Este artículo —publicado originalmente bajo el título "El Banco en la sombra"— fue extraído, con autorización de los editores, de Espacios para la Lectura, año II, N° 3-4; México, D.F., 1996.
Librería del Banco del Libro, 4:30 p.m.:
UN JOVEN CLIENTE DE UNOS 25 AÑOS: Busco un libro como para mi novia.
LA DEPENDIENTE: Le recomiendo Sapo enamorado de Max Velthuijs, es un éxito.
EL JOVEN: Bueno, en realidad ése ya se lo regalé cuando empezamos a salir. Hace poco ella me dio uno que me encantó, El pájaro del alma.
UNA SEÑORA: Ése lo leímos el otro día en una reunión de un grupo de amigas. Es muy poético. Aunque mi preferido para las tristezas es el Té de lágrimas de Arnold Lobel; te habla de cómo a veces es rico sentirse triste. A mi esposo no le gustó nada, pero es que él es más reprimido. A él le regalé Fernando furioso, porque se parece.
Diálogos como éste se dan frecuentemente entre adultos. Pareciera que los libros para niños nos brindan la posibilidad de compartir, de enviar mensajes de manera efectiva y conmovedora. El formato, las ilustraciones y la transparencia que suele caracterizar al libro, los hacen amables y accesibles. De ahí que los adultos se los intercambien y piensen en ellos como un buen obsequio. Son de apariencia hermosa y ayudan a transmitir una idea o un sentimiento a la manera en que lo haría una tarjeta de felicitación, sólo que logran un mayor impacto en quien los recibe. Entonces da la impresión de que los grandes se están apropiando de ciertos libros de los pequeños; los hacen suyos de la misma manera en que tiempo atrás los niños tomaron por asalto Robinson Crusoe o Los viajes de Gulliver para colocarlos por siglos en sus anaqueles.
Generalmente los libros para niños son escritos, ilustrados, editados, escogidos, recomendados y comprados por adultos. Con todas estas atribuciones, sin embargo, los mayores no tienen el rol estelar pues su función es tan sólo servir de puente entre la producción y el lector infantil, el destino esperado.
Como adultos en contacto permanente con los libros para niños nos percatamos de cuáles son algunas de nuestras sensaciones más frecuentes al encontrarnos con lo que no pretende ser para nosotros.
A veces sentimos que algunos libros no funcionan muy bien como libros para niños a pesar de su intención. Nos parece que tienen un contenido muy "adulto" que busca complacer más al intermediario que al lector-destino.
Esto, por ejemplo, suele ocurrirnos con algunos libros nostálgicos. Es obvio que la nostalgia por la infancia es un sentimiento que sólo surge cuando nos hemos distanciado de ella, lo que puede suponer un alejamiento del lector infantil.
Otras veces nos sentimos agradecidos con libros que reconocen nuestra condición de adultos y nos hacen un gesto cómplice. En estos libros inclusivos, los adultos identificamos en el texto o en las ilustraciones algunos elementos clave que llaman a la experiencia del lector para reconocerlos. Éstos generan un doble discurso que, usualmente, enriquece la lectura ofreciendo variados niveles de significación. Por ejemplo, en La cocina de noche, de Sendak, el lector más rodado podrá identificar que los cocineros tienen la cara de Oliver Hardy ("El Gordo" de "El Gordo y el Flaco"). Para un lector menos informado y poco familiarizado con la comedia de los años cuarenta el personaje sigue siendo jocoso, adorable y lleno de vida.
Se trata de "guiños" para los adultos que titilan en los libros para niños buscando la complicidad del lector más experto, de ése que problablemente comparte con un lector más inexperto sentado en su regazo. Estos guiños se agradecen, generan en los adultos una grata sensación semejante a asistir a una fiesta infantil en la que también se ofrecen algunos bocadillos apreciables para el paladar experto. Pero no necesariamente los grandes sienten suyos estos libros con discursos inclusivos, en ellos el discurso se bifurca evidenciando la dualidad del receptor.
Hay también otro caso: los libros que los adultos toman para sí. En estas ocasiones sucede que el papel de intermediarios resulta insuficiente; los adultos reclaman algo más, y entonces toman por asalto la posición de destinatarios finales, sienten que esos libros tan hermosos y significativos les pertenecen. Este encuentro nos trasnforma en receptores. Nos adueñamos de ellos, se nos olvida que tal vez no fueron hechos para nosotros y nos sentimos más puerto que puente.
Por lo general, cuando esto ocurre estamos ante libros muy buenos, libros capaces de generar una reacción profunda en los lectores que lleva a apropiárselos. Pero debemos ser cautelosos al establecer esta relación entre la calidad y la capacidad de generar estos sentimientos en los adultos. Existen libros excelentes y no por ello son los que los adultos toman para sí. Hay otros de calidad discutible y, sin embargo, encabezan las listas de popularidad entre los adultos.
Tal es el caso de Te amaré por siempre, (1) de Munsch, que durante años ha estado entre los libros infantiles más leídos en Estados Unidos. Ha vendido siete millones de ejemplares y llama la atención su uso frecuente en reuniones y encuentros de adultos. La versión en español de este libro no se incluyó en las listas de recomendados del Banco del Libro pues, según los evaluadores, ni el texto ni las ilustraciones alcanzaban la calidad deseada.
Ahora bien, ¿qué características tienen estos "libros para niños para adultos"?, ¿qué hace que ocurra este adueñamiento?
Para Verónica Uribe, editora de libros para niños y especialista en el área, hay ciertas condiciones que propician este sentimiento de apropiación. Enseguida profundizaremos en sus propuestas.
Universalidad, desprevención y resonancias
Los "libros para niños para adultos" reproducen temas de alcance universal y, gracias a cierto tono y tratamiento especial, logran una sincera identificación con los lectores.
Son universales porque postulan un universo temático de situaciones afectivas que no tienen edad: la soledad, el miedo, la pérdida, la amistad, el amor, la recuperación, etc. Con ellas se nos demuestra que el mundo de los niños ni es diferente ni distante del nuestro, que muchos de sus temas nos tocan porque son también nuestros temas. En este sentido hay en la mayoría de estos libros una calidad poética, entendida ésta como la capacidad de generar múltiples lecturas, de congregar una multiplicidad de accesos. Estos libros son pues susceptibles de despertar inquietudes y vínculos afectivos en distintos receptores.
En ocasiones los libros reflejan sentimientos en los adultos que resuenan y que evocan o despiertan al niño interno. A través de ellos recuperamos una parte de nuestras experiencis infantiles, las actualizamos y vemos cuánto hemos cambiado a partir de ese momento en que nos reconocemos en el libro. Hay una inmediatez que nos desarma, una precisión para tratar aquello que a veces es inasible. En ellos existen significados que tocan la sensibilidad del lector, concentrados en una estructura lingüística y un estilo sencillo. Por lo general estos libros llegan sin aspavientos ni afectaciones al corazón.
Los libros para niños para adultos tienen la característica de ser libros inolvidables, libros de cabecera, que no pierden vigencia en cada actualización y que se pueden leer una y otra vez.
La brevedad es también una condición que favorece el adueñamiento. El hecho de que la lectura no signifique una inversión de tiempo parece obviamente favorecer estos libros frente a otros más extensos. En una cultura editorialmente diversificada, la brevedad de los libros para niños hace posible la socialización de estas lecturas. Esto, cuando viene unido a las posibilidades de generar interpretaciones, los privilegia frente a otros libros a la hora de compartir.
Hay una condición que se relaciona más con la manera como nos aproximamos a estos libros que con sus características intrínsecas. Estos condicionantes son, sin embargo, cruciales para que se produzca el adueñamiento.
A los libros para niños nos acercamos desprevenidos. pensamos que éstos no significan un reto para nuestras capacidades de comprensión. No esperamos encontrar en ellos los contenidos ni las exigencias de una lectura adulta. Nuestras expectativas nos hacen bajar la guardia y mostrarnos más dispuestos, más proclives a conmovernos con un libro para niños. Lo mismo podría decirse de las ilustraciones. No nos acercamos a ellas con ojos críticos, ni buscamos interpretarlas como quizá lo haríamos cuando visitamos una galería; tan sólo nos dejamos llevar por el poder evocador de las imágenes. Los libros para niños permiten un genuino goce estético, sin prejuicios ni análisis exhaustivos. Así nos entregamos desprevenidamente a una experiencia más cercana.
Nos parece que los libros que sabemos apropiados por los adultos están llenos de contenidos afectivos, además de rebosar de situaciones y experiencias infantiles que fácilmente se trasladan al mundo adulto. Encuentran en nosotros un destino inesperado pues en ellos resuenan nuestros rasgos infantiles actuales.
Ésta es nuestra lista de libros para niños recomendados para adultos
- Browne, Anthony. Gorila. México, Fondo de Cultura Económica, 1991.
- Ende, Michael. El teatro de sombras. Madrid, SM, 1988.
- Leonni, Leo. Frederick. Barcelona, Lumen, 1982.
- Lobel, Arnold. El búho en su casa. Madrid, Alfaguara, 1982.
- Nazoa, Aquiles. Fábula de la ratoncita presumida. Caracas, Ekaré, 1982.
- Sendak, Maurice. Dónde viven los monstruos. Madrid. Alfaguara, 1977.
- Silverstein, Shel. El árbol generoso. Caracas, Litexsa Venezolana, 1988.
- Snunit, Mijal. El pájaro del alma. México, Fondo de Cultura Económica, 1993.
- Thomas, Frances. El señor Oso y el oso. México, Sámara, 1994.
- Van Allsburg, Chris. El expreso polar. Caracas, Ekaré, 1988.
- Velthuijs, Max. Sapo enamorado. Caracas, Ekaré, 1992.
- Velthuijs, Max. Sapo en invierno. Caracas, Ekaré, 1992.
- Velthuijs, Max. Sapo tiene miedo. Caracas, Ekaré, 1992.
- Velthuijs, Max. Sapo y el forastero. Caracas, Ekaré, 1992.
- Velthuijs, Max. Sapo y la canción del mirlo. Caracas, Ekaré, 1992.
- Vivas, Julie. Guillermo Jorge Manuel José. Caracas, Ekaré, 1989.
- Una interesantísima discusión acerca de los valores de este best-seller se encuentra en la revista IBBY Bookbird: World of Children´s Books, vol. 33, núms. 3-4, p. 195, 1996 (Garrell, Jeffrey: "Guilt as Accused: The Case of Munsch´s Love you Forever).
El Banco del Libro, fundado en Venezuela en 1960, comenzó siendo un programa de canje de libros de texto usados. Actualmente, es una de las instituciones más importantes en el campo de la animación a la lectura y el estudio de la literatura infantil y juvenil en nuestro idioma. Entre sus múltiples actividades analiza la producción editorial en lengua española a través de un Comité de Selección y, de ese análisis, se edita un reporte en la publicación Tres Estrellas y más. Libros recomendados para niños y jóvenes. (Email: blibro@reacciun.ve )
Espacios para la Lectura es el órgano de la Red de Animación a la Lectura del Fondo de Cultura Económica y su editor es Daniel Goldin.
Los interesados en tomar contacto con la publicación pueden dirigirse a:
Espacios para la LecturaCarretera Picacho Ajusco 227,
Col. Bosques del Pedregal,
Delegación Tlalpan,
14200, México, D.F.
México
Col. Bosques del Pedregal,
Delegación Tlalpan,
14200, México, D.F.
México
Y también a:
Fondo de Cultura EconómicaAv. Miguel Ángel de Quevedo 115
Col. Chimalistac
01070, México, D.F.
México
Col. Chimalistac
01070, México, D.F.
México
Fax: (525) 480-1810
Email: calvarez@fce.com.mx
Email: calvarez@fce.com.mx
sábado, 15 de octubre de 2011
Sin desperdicios...
Voces de la Biblioteca
Un blog que se propone tender un puente desde esos registros de lectura oral, donde cada lector escogió un texto que fue significativo para su vida, hasta el oyente para despertar su interés de continuar o iniciar nuevos recorridos lectores.
Muy buen trabajo colaborativo del DE 5º.
Un blog que se propone tender un puente desde esos registros de lectura oral, donde cada lector escogió un texto que fue significativo para su vida, hasta el oyente para despertar su interés de continuar o iniciar nuevos recorridos lectores.
Muy buen trabajo colaborativo del DE 5º.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)